Bolonia en un par de Años
ANDAN los ánimos revueltos con la reforma del sistema de titulaciones y planes de estudio universitarios. Sin embargo, el proceso es irreversible y sus primeros resultados serán patentes enseguida.
Conocido como «Bolonia», ciudad italiana sede de la Universidad en activo más antigua de Europa (1.150) que es donde se celebraron las primeras reuniones y se redactó la declaración de principios, el proyecto supone el diseño de carreras equiparables entre los Estados, separadas en dos ciclos: Grado (4 años) y Postgrado (2 años), y una organización equilibrada del tiempo dedicado a las distintas facetas que constituyen la tarea propia de las instituciones universitarias.
Se irán cubriendo etapas para culminar en un sistema globalizado derivado de la actuación conjunta de los Gobiernos que dirigen la política educativa de los países implicados. La Universidad se irá convirtiendo progresivamente en un órgano estructurado sobre un núcleo de formación sin grandes horizontes y muy pocos obstáculos, sobre el que edificar títulos a la medida de la demanda y de las necesidades empresariales.
Es de esperar, aunque no parece que esté garantizado, que en algunas universidades existan estudios orientados a las ciencias básicas y a pensar y profundizar en la naturaleza del hombre y de su hábitat, pues de lo que se trata es de adaptar la institución que fuera fuentes de saberes y cauce de conocimientos, a una sociedad en la que el esfuerzo, y el sentido de autoridad no son necesarios.
La nueva universidad es una productora de titulados de espíritu manso preparados para abastecer las primeras necesidades del mercado, entre los que seleccionar a los que dispongan de posibilidades económicas, sobre todo, e intelectuales para integrarse en una clase de mejor cotización. Éstos últimos serán los clientes del postgrado. Es lo natural en el contexto de los tiempos que corren.
Las sociedades occidentales se están dotando de una masa inmensa de consumidores cuyo único afán radica en el bienestar físico. Hoy ya no es posible en la Universidad, desarrollar un programa de cierto nivel de exigencias que pueda asimilar el alumno ordinario.
En España, donde se han alcanzado cotas de mediocridad inimaginables antes de las reformas socialistas de los años ochenta, no es posible ya exigir un aceptable conocimiento de la expresión oral y escrita ni un razonable dominio del cálculo y de las expresiones del lenguaje matemático.
La Universidad que viene es una consecuencia del estado de cosas subyacente a la sociedad actual y una respuesta a la medida de los que han predicado una Universidad imbricada en el tejido empresarial, práctica y útil.