Como ver el Arte

En la actualidad todos somos un poco turistas, ya que no se establece una relación afectiva y efectiva con el objeto de contemplación: somos un poco turistas aun cuando no hacemos turismo, y ello se debe porque cada vez más todo lo vemos apresuradamente, o peor aún, ni lo vemos ni lo oímos.

Se ingresa en un museo para cumplir con el programa establecido por el agente de viajes, luego el grupo se abalanza sobre las piezas clave, como la Mona Lisa, por ejemplo, y dos o tres minutos después —a lo máximo— y ya están más o menos viendo otra obra maestra. Al cabo de dos horas salen aniquilados de los museos, la mayoría pensando “uno menos”. Pero ¿qué les dejó esta visita al museo? En realidad, nada.

Lo único, alguna reproducción con llavero incluido, banal suvenir, para algún amigo y constatar así que sí estuvo en ese lugar. En el campo de lo visual, esto es grave, porque se supone que una mirada rápida y superficial no es suficiente para comprender o sentir a la obra de arte.

Las bienales de arte son un ejemplo claro y expresivo de este lamentable comportamiento; ciertamente el cansancio, el desinterés, al no poder comprender la obra cuenta; también el exceso de obras hace imposible una atención sostenida en una muestra de más de 500 piezas.

En algún lugar leí que un coleccionista japonés, al ser visitado por un eminente historiador de arte, escogió para mostrarle una de las piezas más importantes de su colección. Ante la obra permanecieron una hora en silencio, tras lo cual el coleccionista guardó su tesoro y permanecieron otro tiempo más en silencio.

Con la seguridad de que el coleccionista ya no le mostraría ninguna otra obra de la colección, el historiador se despidió, le dio las gracias, pero le dijo que le hubiera gustado haber visto otras obras ¿Cómo? respondió el coleccionista ¿Usted es capaz de ver más de una obra de arte por día? Tal vez es exagerada la anécdota, se puede ver más de una obra de arte por día, salvo si se tratara de un estudio profundo de la pieza, esto requeriría más de un día.

El sentido de contemplación es totalmente diferente del occidental al oriental. El oriental, sobre todo el japonés con una de las mejores colecciones, poseería el concepto de la filosofía Zen, por lo cual son dos conceptos diferentes; el occidental profundiza y estudia lo que ve, cada arista, cada sombra, es motivo para una nueva reflexión.

Ciertamente una obra de arte verdadera, pongamos el caso del Malevitch, nunca se entrega a la primera mirada. Este pintor no destinaba su pintura solamente al gozo visual, sino se dirigía a la inteligencia y al misticismo, en donde la cultura del espectador puede realizar un diálogo con la obra. Por ejemplo, visto superficialmente, Abularach no es más que un vigoroso pintor de volcanes y un ardiente y sutil colorista, pero estudiándolo con atención, vemos que es un inventor de gestos, su pintura moviliza un arsenal de elementos de cultura y misticismo; esto es más evidente en esos famosos “ojos”.

Cuando los vemos con atención, en ellos vemos aquello que Javier Soluguren llamó justamente “la lectura icónica”. Desgraciadamente la visita a un museo o a una galería se hace cada vez más trivializada en nuestra incomprensible prisa por “vivir en lo moderno”. Lo que quiero recalcar es que el espectador debe colocarse en una actitud de disponibilidad intelectual, solo así podrá acercarse a la obra e intuir sus misterios y sus secretos.

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