Cuidador de Riesgos Biologicos

El 1 enero de 2007 marcó un antes y un después en la vida pública y privada de los españoles. La aprobación de la conocida como Ley de la Dependencia supuso el reconocimiento de una “deuda histórica” con las personas, con las mujeres, que entregan su vida a esta labor sin recibir a cambio ninguna compensación, ni jurídica, ni social, ni económica.

El contexto de partida era un “páramo” y tras dos años de aplicación de la normativa, la primera fase, consistente en la identificación de los dependientes, ya está encarrilada. En la comunidad se ha tramitado el mayor número de solicitudes del país, casi 157.000, pero la dependencia es cosa de dos y no funciona sin ese segundo en discordia: el cuidador. “¿Quién cuida al que cuida?”. El planteamiento es de Cristóbal Molina, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Jaén y director del Laboratorio-Observatorio de Riesgos Psicosociales de Andalucía, y encierra la esencia de uno de los principales retos a los que se enfrentan las administraciones y agentes sociales. El debate es muy amplio y concierne a ámbitos tan diversos como el derecho, la sanidad o el empleo. Todos ellos estuvieron representados durante las jornadas Prevención de riesgos laborales y el trabajo de cuidar: un nuevo reto en salud laboral, organizadas por Grupo Joly en colaboración con la Consejería de Empleo.

El seminario, celebrado en el Palacio de Congresos de Cádiz, fue inaugurado por el delegado provincial de Empleo, Juan Bouza, y el director general de Grupo Joly, Javier Moyano, que destacaron los horizontes que esta normativa ha abierto como “profesión del siglo XXI” y de “extremado interés por la novedad y la gran variedad de factores” que implica.

La directora general de Seguridad y Salud Laboral de la Junta, Esther Azorit, enfatizó este propósito fundamental de la ley: “Invertir el cuidado familiar y sin protección pública por un cuidado profesional dotado de estabilidad laboral, retribución y con una mejora de las condiciones de trabajo”. El primer paso, básico, ha sido la asignación de prestaciones económicas y la incorporación de los cuidadores “informales” (familiares) al Régimen General de la Seguridad Social, y no al especial del Hogar (menos favorable), según Cristóbal Molina, que destacó que la cotización permitirá a las actuales cuidadoras acceder al desempleo y a pensiones de incapacidad y jubilación. Este reconocimiento favorecerá que en 2015, cuando culmine la implantación de la ley, se haya producido esa transición hacia un sistema profesionalizado.

De ahí la importancia de formar a técnicos y auxiliares que hagan posible este reemplazo y de continuar el desarrollo normativo para evitar “que la prestación se convierta en un salario reducido y se frene la inversión pública en nuevas plazas residenciales”, concluyó el catedrático.

En esta planificación formativa “obligatoria”, hay una asignatura que debe dejar de ser “la maría” y convertirse en una materia troncal: la prevención de riesgos. La profesora de la Escuela Andaluza de Salud Pública Inmaculada Mateo identificó tres clases generales de peligros: físicos (sobre todo de tipo ergonómico), psíquicos (por la fuerte carga emocional que conlleva el cuidado de estas personas) y ambientales y biológicos (por el manejo de productos y posible contagio de patologías). Para concienciar sobre estos efectos adversos y proponer soluciones fáciles que ayuden a mejorar la calidad de vida tanto de los profesionales como de los familiares cuidadores, la Junta de Andalucía trabaja ya en la elaboración de una “guía de autogestión preventiva” y en el diseño de instrumentos útiles para el trabajo con dependientes.

Pero hay otra pata en la prevención, tan importante como la técnica, que es la sociocultural y parte del reconocimiento de unos síndromes inequívocos en esta actividad: el desgaste físico y psíquico, el fenómeno del quemado o burnout, el estrés (provocado tanto por la cantidad de trabajo como por la falta de formación)… Y todos asociados al cuidado de personas débiles y, en muchos casos, unidas por lazos de sangre con los cuidadores, lo que añade una especial complejidad. Por eso Trinidad Bergero, psicóloga de la Unidad Clínica de Gestión de Salud Mental del Hospital malagueño Carlos Haya, reclamó la necesidad de que la formación “no sea sólo técnica, sino también emocional” e instó a todos los implicados a “cuidar a las personas dependientes requiere siempre de una excelencia en la reflexión ética”.

Pero, ¿cómo hacer llegar toda esta cultura de prevención a familiares ocupados continuamente del dependiente? A través de los centros de salud. El uso de estas instalaciones y sus equipos como vehículo transmisor entre los profesionales y los cuidadores no es una propuesta, sino una experiencia probada ya en Málaga, según relató el médico del Trabajo y jefe del Servicio de Prevención del Distrito Málaga, Bernardo Herrera.

Las jornadas fueron clausuradas por el director de Diario de Cádiz, Rafael Navas, que hizo hincapié en la importancia de que estas políticas y la cultura de apoyo a la dependencia tengan una difusión amplia en los medios de comunicación acorde a su profundo calado social.

Curso: https://www.campusdigital.com/cursos/auxiliares-salud/curso-riesgos-biologicos.aspx

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