Podemos apreciar con claridad que si un inglés y un chino desean comunicarse cada uno en su idioma original y no entienden el idioma del otro, el lenguaje actuará como medio de incomunicación inevitable.

Sin embargo nuestra reflexión apunta a cuando existiendo la posibilidad de comunicarse se opta por la incomunicación.

En nuestro ejemplo anterior se opta por la incomunicación cuando bien el chino o bien el inglés conocen el idioma del otro sin embargo prefieren hablar el propio.

Llevemos el caso ahora a dos personas que hablan el español, el idioma que nos comunica, y que además alguna de ellas, por su actividad profesional, por su formación, por la características propias de su oficio conoce otro lenguaje u otras palabras más específicas.. ¿Qué palabras utilizará esta persona, las que unen o las que separan, las que acercan o las que alejan?

Hablar de una forma confusa o utilizando términos que sabemos que nuestro interlocutor no entenderá, es un disvalor, ya sea por falta de capacidad para comunicarnos, si esa es la intención, ya sea porque se pretende crear una relación de subordinación intelectual que el emisor supone ventajosa.

Sabemos que para muchos utilizar el lenguaje como medio de incomunicación genera “status”, poder, respeto.

Para nosotros es símbolo de pobreza ética y mediocridad.