La Sal y la Nieve
La aplicación de la sal está extendida por todo el mundo y se utiliza porque, al mezclarse con la nieve, evita que ésta se hiele.
Pero, la utilización masiva de cloruro sódico o sal de roca para combatir el hielo y la nieve puede provocar daños medioambientales, como la salinización del agua o del terreno y la oxidación de materiales.
El primero de los casos puede ocurrir cuando, después de emplearse sal, ésta se disuelve y es arrastrada, por ejemplo, por el sistema de drenaje de aguas que tienen las autopistas, que, normalmente, desemboca en barrancos, pudiendo provocar la salinización del agua de acuíferos, ríos o lagos.
Según algunos investigadores, las alternativas a la sal, como el uso de arena, son más caras y no mejores medioambientalmente.
Se podría limitar el uso de la sal, por ejemplo, con la existencia de pavimentos con mayor rugosidad, que eviten parcialmente la formación de placas continuas de hielo.
Según Antonio Aznar, investigador de la Universidad Carlos III de Madrid, «hay muchas especies que son terriblemente sensibles a la presencia de sal y pueden tener problemas de crecimiento» y además “podría, incluso, cambiar las propiedades de los minerales”.
Emplear en grandes cantidades sal también puede ocasionar problemas de corrosión, lo que produciría, por ejemplo, que los bajos de los coches y las armaduras de los puentes se oxiden más rápidamente.
Buscar una alternativa es difícil, aunque este investigador ha afirmado que la sal no debería usarse «alegremente».