El cansancio, el hartazgo y las noticias

El cansancio es agobiante, claro, pero también es un estado de conciencia, como si una cierta luz atravesara a quien lo sufre, como si por su sólo peso abriera ventanas para ver mejor. Para ver con lucidez. Según Peter Handke, en su ensayo tan melancólico titulado precisamente “Ensayo sobre el cansancio”, lo que sucede cuando alguien se siente cansado es el aumento de la sensibilidad, la percepción del cuerpo mismo en su fatiga, y esa corporalidad hecha presencia, lo vuelve a uno más poroso, más permeable a las cosas que pasan. El hartazgo es una suerte de estadio superior del cansancio, afín ya a la rebelión y al repudio, pero también a la búsqueda personal o social de nuevos horizontes. Hay noticias que cansan y que hartan y no son pocas. Pero, ciertamente, cansan y hartan las noticias políticas cuando brotan del clima que suele brotar en las campañas políticas. Son noticias y no lo son al mismo tiempo. Son hechos, previsibles en general, producidos por los cazadores de votantes. Por alguna razón, no del todo clara, suelen preferir (en general) la superficialidad y la propaganda, a la profundidad y la verdad. Entonces, los medios reproducen las imágenes de los candidatos besando a los huérfanos, a los enfermos, a los desheredados que reciben sin otro remedio tanta efímera caricia. Es la reiteración del vacío, de la pose y de la falsedad lo que cansa y harta y, sin embargo, por una rara situación, el vacío persiste, efectivamente, y coloniza la escena. Las campañas son un agujero noticioso paradojal lleno con lo opuesto a las noticias mismas. Las noticias son lo imprevisible por naturaleza, son sorpresivas justamente por la novedad de su propia esencia. Las campañas son antinoticias. Y por eso cansan y hartan. Están dominadas por la superficialidad y el mal gusto y por las polémicas pedestres y rupestres (como si nunca terminara la edad de piedra política). Las antinoticias de campaña no nos abandonan. Hay una suerte de coproducción política y mediática de ésta agenda, que vuelve como un Ave Fénix invertido, que en lugar de renacer, vuelve a morirse en cada elección, de muerte reiterada, una muerte en la que muere la inteligencia y en la que ocupa su lugar la negligencia de vender propuestas. Como hacen los mercachifles, cuando cambian baratijas por oro. Porque el voto es oro político, y la oferta de quienes lo buscan, suele ser baratija repartida y distribuida con poca imaginación, y la sinceridad entre paréntesis. No se detectan hasta ahora metamorfosis interesantes de las campañas. En todas las latitudes tienen más o menos el mismo cariz. Las noticias de campaña tienen esquemas rudimentarios. Se encuadran dentro de la lógica amigo-enemigo (y no importa si los actuales enemigos fueron antes amigos o a la inversa), y nadie cree, y todo el mundo sabe –lo cual es lo mismo- que lo que se enuncia en las campañas no es lo que acontecerá cuando los elegidos gobiernen o legislen. Ese es el punto curioso. La banalidad de las campañas políticas, no engaña a sus destinatarios. Nadie ve honduras ni lucidez, allí donde se exhibe planicie mental y mero show. Las noticias de campaña, cansan, aburren y hartan. Emergen como un sistema de persuasión elemental. Su eterno retorno a la chatura es uno de los grandes misterios de la vida democrática.

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