La Comunicación: Introducción

Comunicarnos, relacionarnos, comprender y expresarnos verbalmente es un asunto de todos los días. Sin detenernos a pensar cómo lo hacemos usamos las herramientas que para ello hemos aprendido desde niños: el código1 de una lengua determinada, que como convención social nos permite hablarles y entenderles a nuestros semejantes. La lengua, la entonación, los matices y los gestos comunes van armando nuestro discurso, sin revisar la complejidad del proceso interactivo de esa comunicación cara-a-cara (conversación interpersonal).

Muchas veces nos sorprendemos al ser “mal interpretados” en lo que intentábamos decir, entonces sobrevienen aquellas largas explicaciones que no siempre solventa el equívoco surgido. Confrontamos entonces la primera muestra del proceso de abstracción, complicación, necesidad de regulación y conocimiento de la Comunicación, la cual de manera sencilla puede representarse por un emisor, por el receptor y el medio.

Entendiendo como EMISOR a la persona que emite la información, al MEDIO como la lengua (lengua española, en nuestro caso) y al RECEPTOR como quien recibe el mensaje. Pero, como también conocemos, la conversación se da de parte y parte; es decir un individuo comunica y el otro al recibir responde agregando o completando la información ofrecida por el primero, de esta manera se establece un PROCESO RETROALIMENTADOR que permite que los personajes pasen de emisor a receptor dinámica e indistintamente, de acuerdo a quien tome la palabra. En este proceso ambos participantes se complementan y se origina así la comunicación dialógica (interpersonal).

Sentamos entonces que la comunicación básica entre miembros de una misma comunidad, se produce a través del código de la lengua que esa comunidad maneja, y que a las palabras le agregamos los gestos, la entonación y las inflexiones que requiere nuestra expresión. Mas aún, a veces un solo gesto (también convencional) puede sustituir frases completas que llamaremos sintagmas: El movimiento de una mano dirá un “adiós”, un adiós efusivo, un adiós frío o formal, etc., de acuerdo a la intensidad y manera del movimiento. Pero tal como veremos más adelante, esa comunicación interpersonal, la primaria, la diaria, la “sencilla”, la del gesto y la palabra directa, implica y suma otra serie de elementos que determinarán su eficacia y complicarán su proceso.

Ahora, no todos los fenómenos comunicativos pueden ser explicados fácilmente a través de la utilización del lenguaje verbal, las inflexiones de la voz, los gestos y todos los otros elementos que intervienen en él. Tampoco por el lenguaje escrito que expone las ideas de manera diferente, como revisaremos luego. Tomemos por ejemplo la iconografía, los símbolos establecidos, que como tales superan el sintagma (la frase, la oración) para convertirse muchas veces en un discurso rápido y eficaz; por ejemplo, si usted nunca ha visto las codificaciones generales de las señales de tránsito no podrá reconocer cuando le comunican que el acceso es de una sola vía, doble vía, túnel cercano, velocidad de circulación por los diferentes canales, curva peligrosa, etc. Al conocer el significado de estos “sencillos” iconos, entendemos que nos dicen algo más que su interpretación elemental y traducible en palabras; nos dicen, asumimos, entendemos rápidamente, ante una señal de “curva peligrosa”, que debemos bajar la velocidad, posiblemente hacer cambio de luces al carro de vía contraria, y agregamos conductas individuales derivadas de nuestras condiciones especiales, tales como el posible riesgo que corremos si nuestro automóvil lleva llantas vencidas o tiene cualquier falla mecánica que afecte en ese caso; el discurso también incluirá la precaución a tomar si llevamos niños en el auto, si llueve, si hay neblina, si nuestra vista está fallando, si estamos cansados, si hemos bebido, comido, etc. Luego, un pequeño símbolo de tránsito, un simple icono de colores sobre un soporte metálico que no es siempre igual, ni tiene las características de la “cosa” representada, nos ofrece, a propósito de la experiencia y las convenciones establecidas, un conjunto de información general e individual; un discurso que “escuchamos” de acuerdo a nuestras condiciones personales y el reconocimiento del símbolo.

Entendemos entonces que básicamente, para que se efectúe el proceso de comunicación, se requiere compartir un cúmulo de información que nos permita reconocer el significado de lo expuesto, manejar las convenciones sociales establecidas, más allá del lenguaje verbal, las cuales interpretamos de acuerdo a nuestros nivel cognitivo. Comprendemos así que una imagen-símbolo, es un enunciado completo y no una palabra, un enunciado general y específico en su interpretación compleja.

Nacimos y nos desenvolvemos en un mundo de códigos complejos. Hoy en día, manejamos un inmenso universo audiovisual, universo que incluye y supera en mucho la efectividad de la palabra. Estamos habituados a leer las imágenes generadas por la tecnología, reconocer sonidos diferentes a las onomatopeyas, a distinguirlos y articularlos con las palabras; a “leer” los colores y su carga significativa, comprenderlas de acuerdo a la especificidad de cada grupo social. En fin, integramos todos los elementos, los distintos códigos exhibidos y los leemos como una totalidad indisociable, asumimos entonces su significación como un solo discurso, no importa cuantos elementos se conjuguen en él.

Al sentarnos ante una computadora reconocemos de inmediato los iconos y sonidos que nos remiten a las diferentes operaciones que realizamos en ellas; pero cuando intentamos explicarlo a un desconocedor de estos sistemas, nos vemos forzados a elaborar un larguísimo discurso que no siempre es comprendido, no sólo porque utilizamos una nueva terminología, sino porque el “desconocedor” no maneja la convención e iconografía elemental del nuevo lenguaje. Veamos un ejemplo:

Luis se comunica con Juan para preguntarle el porqué su computadora se siente más lenta. Juan, de inmediato indaga cuánto tiene de RAM, cuánta memoria libre queda en su disco duro, cuántas aplicaciones tiene abierta, si ha defragmentado el disco, si lo ha escaneado, etc. Pero Luis, quien recién se inicia en el sistema, desconoce esos datos y no le es posible ofrecer la información. Juan, entonces, intentará guiarlo computadora-a-computadora; pero ante el temor de Luis de dañar su máquina por la confusión entre iconos y un léxico que le es extraño, Juan se verá obligado a una explicación detallada que le llevará muchísimo tiempo y no asegurará su efectividad. Al final, es muy posible que Juan le ofrezca enviarle un e-mail que intente traducir lo que le ha venido explicando, o se traslade a la casa de Luis para revisar él personalmente la computadora.

En conclusión, al no existir códigos compartidos, la comunicación se hace difícil, cuando no imposible. Luego la semejanza en los diferentes niveles de conocimiento del código utilizado por los hablantes hará más fluida la comunicación.

Existen otras maneras de comunicar más sublimes, menos concretas y no por ello menos efectivas; otros elementos que nos ofrecen información y que asumimos a partir de nuestra experiencia y desarrollo del intelecto a través del conocimiento del saber. Códigos como la música, la pintura, la arquitectura, la matemática, la informática, etc.

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