La Revolución Tecnológica y la Edad Media

El miércoles de la semana pasada la casa de subastas Christie’s —emblema del mercado de la cultura alta— puso en remate un total de 1.411 ítems llamados colectivamente “Los Orígenes del Ciberespacio: una biblioteca sobre la historia de la computación, las redes informáticas y las telecomunicaciones”. Entre los artículos en venta estaban: una cinta magnética Univac de 1951; 12 números de la primera revista dedicada a programación televisiva de 1928; un boceto del 1843 del Motor Analítico —una máquina calculadora programable— diseñado por Charles Babbage, considerado por muchos como el padre de la computación moderna; y un manuscrito de 8 páginas, escrito en 1946, llamado “Boceto de planes para el desarrollo de computadoras electrónicas” que se vendió por $ 72.000. El total final de las ventas fue de $ 714.060.

Un historiador del futuro señalaría esta subasta —la primera de su especie— como el momento en el cual la era de la informática pasó de ser una perpetua promesa para un futuro utópico a ser parte, también, de un pasado venerable. El dueño de todos los objetos, Jeremy Norman —un coleccionista de libros antiguos— dijo en una entrevista: “Con la tecnología cambiando tan rápidamente la gente tira todo a la basura porque algo nuevo está saliendo la semana que viene. Nadie pensó en preservar estos materiales”.

Detrás de esa frase hay una realidad sombría que obsesiona a los estudios culturales. Es lo que los especialistas designan como el “Digital Dark Age” o la Era del Oscurantismo Digital. Durante el período de oscurantismo en la Edad Media —después del derrumbe del Imperio Romano y antes de que Gutenberg inventara la imprenta— la preservación de la cultura en Europa se debió en gran medida a los monjes que reproducían manuscritos. Sin ese esfuerzo colectivo y anónimo mucha información que tenemos hoy sobre las culturas romana, griega y árabe se hubiera perdido.

El “Oscurantismo Digital” describe el hecho de que todo material que se genera y que se guarda en formato digital suele resultar inaccesible a pocos años de su creación dado que los sistemas y dispositivos de archivo se hacen obsoletos por el incesante avance tecnológico. Bibliotecarios internacionales y expertos insisten en que la cantidad de información vital que se está perdiendo debido a este fenómeno es tan catastrófica como la pérdida de información durante la Edad Media.

Nadie sabe con total seguridad, por ejemplo, cuánto puede durar la información guardada en un CD-ROM (los pronósticos más pesimistas son de 10 años). Pero lo que es seguro es que dentro de una década otra forma de almacenamiento será la norma, convirtiendo el CD en algo tan arcaico como una cinta de película super-8 o un disco de pasta.

En términos más amplios culturales significa que la materia prima de nuestro período histórico actual podría llegar a ser inaccesible para historiadores del futuro. Existen, por ejemplo, manuscritos de miles de años antes de Cristo —de los cuales podemos reconstruir costumbres, creencias y otros elementos básicos de la cultura— pero la correspondencia entre los pioneros de la inteligencia artificial en el MIT (una de las novedades más trascendentes de nuestra cultura), que sucedió hace solamente 30 años, está perdida para siempre porque las cintas magnéticas donde se guardaban se han degenerado.

Cualquier persona a quien se le ha destruido el disco rígido de su PC —por virus u otro accidente— ha experimentado una pérdida similar a escala personal.

El escritor de ciencia ficción Bruce Sterling ha designado este fenómeno como “la época dorada de información muerta”. Pero no se trata de ciencia ficción: el fenómeno alcanza a la vida cotidiana de cualquier persona que trabaja con computadoras o con Internet. La permanencia de los miles de correos electrónicos que se reciben y mandan, las centenares de canciones guardadas en formato MP3, y los videos y fotos digitales que no han sido impresos, dependen de los sistemas en el cual están guardados. Y basta con asomarse a las vidrieras de las casas de artículos electrodomésticos para ver con qué rapidez nuestras computadoras llegan a ser obsoletas.

Peter Layman, bibliotecario de la Universidad de Berkley, dijo: “Cuando sabemos que un libro es importante le decimos al editor que lo imprima en papel de calidad de archivo y puede durar 500 años. Si quieres preservar otra cosa, como película o periódicos, hay que pasarlo a microfilm. Sabemos que ese formato puede durar 500 años si se le da el cuidado adecuado. ¿Pero qué hacemos con documentos digitales? Lo que hacemos hoy es pasarlos al nuevo sistema cada vez que haya un cambio de tecnología. Esto es carísimo. Necesitamos una solución de 500 años”.

Para Stuart Brand, un ensayista de la tecnología, estamos en un periodo histórico que será desesperante para los historiadores de mañanaporque la mayoría de nuestro arte, ciencia, noticias e informaciones públicas se están generando y almacenando en dispositivos digitales, los cuales ni siquiera sobrevivirán nuestras vidas.

En este contexto la subasta de Christie’s toma otro tono. Los objetos coleccionados más que ser artefactos de una nueva era de la comunicación podrán llegar a ser vistos como los emblemas de una incipiente era del olvido.

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