Origen de la Bioetica
En una conferencia aún bajo la sombra de la Segunda Guerra Mundial, el filósofo francés Jean-Paul Sartre dijo que “el hombre está condenado a ser libre”. Bajo esta aparente paradoja se esconde la idea de que toda persona se encuentra bajo la condena de elegir continuamente entre las opciones que la vida le da, pues en cuanto que seres inacabados, tenemos que ir construyéndonos, acabándonos, a través de las elecciones que tomamos a lo largo de nuestra existencia. En ese sentido, la libertad sería el medio necesario para el desarrollo personal, y la falta de libertad, la ausencia de posibilidades para elegir. El ser humano se caracteriza entre otras cosas porque tiene vida moral, es decir, es capaz de elegir y actuar según ideales, valores, principios y normas que distinguen entre lo bueno y lo malo, lo correcto o lo incorrecto, o lo justo y lo injusto desde el punto de vista moral. No es posible la existencia de un ser humano “amoral” pues toda persona que vive en comunidad tiene conciencia y conocimiento del bien y del mal, y elige continuamente cuál va a ser su opción: ¿estamos condenados por tanto a la moralidad?. Las personas siempre nos encontramos en un universo moral que continuamente pone a prueba nuestros principios, pues en cuanto que seres situados en contextos de relación con otros individuos, los dilemas y conflictos morales son inevitables. La práctica sanitaria sería uno de esos contextos en los que los profesionales de la salud tienen que tomar decisiones éticas que pocas veces son fáciles. Uno de los objetivos de la Bioética y de los actuales Comités Éticos Asistenciales que se va a estudiar en las siguientes unidades es el de asesorar y preparar para facilitar y asegurar la corrección moral de esas decisiones. Tomar la elección correcta ante un dilema determinado va a trascender al dilema mismo, pues como también defendió Sartre, cuando uno elige, se elige a sí mismo y a toda la humanidad, de ahí la posible angustia que un dilema puede causarnos. Lo primero que hay que tener en cuenta para comenzar un curso de Bioética, es la distinción entre “moral” y “ética”. El conjunto de ideales, valores, principios y normas de una persona constituye su moral, término que etimológicamente proviene del latín mos, moris, que significa costumbre, pues esos principios, ese código moral, se va formando a lo largo de la vida y en lo básico se mantiene de forma estable a modo de hábito. Así, la moral es el conjunto de creencias y motivos que las personas tienen para actuar. Por lo tanto, una acción es moral si se ajusta a ciertas normas morales, y es inmoral si no se ajusta. La “ética” por su parte, del griego ethos (carácter, es decir, la forma de ser que una persona adquiere como propia a lo largo de su vida), sería la reflexión filosófica sobre la acción moral. Es decir, la ética sería aquella disciplina que tiene a la moral –al conjunto de ideales, valores, principios y normas que la constituyen- como objeto de estudio. Así, el objetivo de la Ética es dar respuesta a los interrogantes morales, a los problemas planteados de las relaciones entre personas y de estas con el mundo natural. Esas respuestas surgen en distintas épocas en relación con las características de la sociedad donde aparecen, de tal forma que la ética entendida como filosofía moral ha tenido siempre como finalidad guiar y orientar la vida humana, y esto quiere decir que tiene una orientación práctica. Como dice Aristóteles en su Ética a Nicómaco, “no reflexionamos para saber que es la virtud, sino para hacernos virtuosos”. El término bioética fue acuñado por el investigador en Oncología Van Rensselaer Potter en su libro Bioética: puente hacia el futuro, publicado en 1971. El término bioética tiene un origen etimológico: bios-ethos, es decir, “ética de la vida”. El autor del término, intuyendo la influencia que podían tener las variaciones ambientales en la salud del hombre, acuñó la palabra con la finalidad de unir mediante esta nueva disciplina dos mundos que en su opinión hasta ese momento habían ido por caminos distintos: el mundo de la medicina, y el mundo de los valores, y en particular la ética. Potter entendía la bioética como Global bioethics, a saber, una ética de la vida entendida en sentido amplio, que comprendiera no sólo los actos del hombre sobre la vida humana, sino también sobre aquella animal y medioambiental. Posteriormente se redujo la bioética a la dimensión médico-sanitaria. Hoy en día asistimos a la recuperación del concepto de bioética entendida como bioética global, más adecuada a todos los problemas que se plantean, pensemos por ejemplo en las catástrofes naturales debidas a la contaminación ambiental o a las nuevas pandemias.