La Postura Corporal y el Estado Animico
Cuerpo y mente interactúan influyéndose mutuamente. Los pensamientos actúan sobre la parte fisiológica en la misma medida en que ésta condiciona nuestro mundo interno y así ambas determinan el estado anímico.
Si alguien comienza a recordar mentalmente una y otra vez sus desgracias personales, muy posiblemente entrará en un estado anímico de decaimiento que se verá reflejado en su fisonomía, y esto es cierto también en el caso inverso: una persona con gesto adusto estará connotando negativamente sus ideas, lo que no lo llevará a una buena predisposición de ánimo.
Comprobar cómo se ve afectado el estado emocional resulta simple haciendo un sencillo ejercicio: se dejan caer los hombros, se inclina el torso para adelante, se respira superficialmente, se mantienen la cabeza gacha y la mirada baja… y la persona se dará cuenta cómo sus ideas “se van tiñiendo de gris”, opacándose el ánimo.
El caso contrario es mucho más recomendable: adoptar una postura erguida, respirar profundamente, levantar la cabeza y sonreír haciendo a un lado los problemas personales al momento de realizar el ejercicio. No se debe cuestionar “por qué sonrío”, simplemente alcanza con hacerlo para comenzar a notar cambios.
Se ha descubierto que al cambiar la fisiología se afectan los procesos bioquímicos del organismo, y así, el sonreír, aunque sea mecánicamente, produce cambios a nivel químico en el organismo que causa una sensación de bienestar.
¿Qué ocurriría si uno acudiera a una entrevista laboral adoptando una “postura depresiva”? Lo más probable sería que no tuviera mucho éxito es su búsqueda. Lo mismo ocurre en los otros ámbitos de la vida, pues cómo nos dirigimos al mundo influye fuertemente en la respuesta que obtengamos de los otros, y en este punto la comunicación no verbal es determinante.
Uno no puede decidir gran parte de los acontecimientos que atraviesa diariamente, pero sí puede decidir cómo pasarlos.
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