Ciencia en Hollywood

La presentación neoyorquina de Ida, el fósil hallado hace 25 años en las entrañas de una mina alemana, revela un sorprendente cambio de hábitos en el escenario de la ciencia, acostumbrada a la publicación de las investigaciones sólo después de que éstas atraviesan el juicio de comités de «referís» que verifican la originalidad, relevancia y factibilidad de los trabajos, y evitando hacer «publicidad» de los resultados como si se hiciera propaganda de un nuevo electrodoméstico o un tratamiento de belleza. Es cierto que las revistas científicas envían a los periodistas resúmenes de su contenido semanal para interesarlos en las investigaciones. Pero esta vez, los científicos fueron mucho más allá: decidieron pasar por alto el tradicional modus operandi y, en lugar de dejar que los periodistas se sintieran atraídos por la novedad y se ocuparan del resto, orquestaron una enorme operación mediática y de marketing en conjunto con canales de televisión -y en secreto- que no sólo asombra, sino que también desconcierta. El relato detallado de su preparación a lo largo de estos dos últimos años (que, para quienes lean en inglés, figura en la edición electrónica de The New York Times , en la dirección https://www.nytimes.com/2009/05/19/business/media/19fossil.html ) supera con creces las alternativas de una trama de misterio o de ciencia ficción, con arreglos millonarios, contratos de confidencialidad, nombres en código (Proyecto Y), y hasta la inconveniente «filtración» de las investigaciones en marcha cuando uno de los miembros del equipo de investigación dio a conocer algunos detalles pensando que hablaba off the record . En la presentación de ayer hasta participó el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que calificó el fósil de «avance sorprendente». Para que se entienda lo extraño que resulta todo esto, vale mencionar una anécdota que ocurrió hace más o menos una década. Bastó que se escribiera un artículo sobre los trabajos de un investigador que se publicó en la Revista LA NACION de los domingos para que sus colegas lo vapulearan por haber querido «autopromocionarse»… ¿Marcará el hallazgo del Darwinius masillae el aterrizaje del mercado -con sus intereses comerciales, sus estrategias corporativas, y su estilo de banalización- en los problemáticos territorios de la ciencia? Si la respuesta a esta pregunta es positiva, sólo cabe esperar que los científicos no sólo se entrenen en su disciplina, sino además en el dudoso arte de atraer inversores del espectáculo mediático y de venderse al mejor postor. Nora Bar

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