La Comida Casera y los niños

Advierten que el abandono de la comida casera afecta a los chicos.

Lo dice un estudio de la Universidad de Havard, que analizó la evolución de la dieta infantil desde los años 70, conclusión con la que coinciden los nutricionistas argentinos, que ahora los chicos comen peor y son proclives a la obesidad.

Ante la obesidad, considerada como el origen de otras enfermedades, cabe preguntarnos qué adultos estamos formando desde el punto de vista de la alimentación, de la salud. Una alimentación rica en grasas saturadas y azúcares refinados, es ideal para mantener esta situación de desequilibrio.

Indudablemente, al estar las mamás tan ocupadas con sus trabajos, no hay tiempo para las tareas culinarias y hasta para compartir la mesa familiar. Tema más que preocupante al decir de los expertos de la salud que realizaron el estudio precitado.

Desde la cocina, me permito sugerir la realización de un sincero y profundo análisis de la situación que nos está conduciendo sin remedio a una población infantil con desequilibrios físicos y emocionales que no condicen con la edad de los mismos.

La propuesta es sencilla, se trata de tomar conciencia de qué comemos cada día, de lo que comen nuestros niños, los adultos de mañana. Para ello, tomar lápiz y papel y escribir, hacer un listado lo más completo posible con todos los alimentos que se consumen diariamente, indicando:

Procedencia: casero, congelado, fast food, delivery;

Calidad de crudo, cocido, frezado, industrializado;

Variedad: carnes, verduras, cereales, legumbres, frutas, postres, dulces, golosinas;

Cantidad, tamaño de las porciones, de cada uno de los alimentos ingeridos en el día, en la semana y a no olvidar los productos y golosinas del kiosco del colegio o de la esquina de nuestra casa;

Oportunidad: desayuno, almuerzo, merienda, cena y las famosas “picaditas”.

Con este mapa de nuestra ruta alimenticia y, partiendo de un lugar conocido y mensurable: qué, cómo, cuánto y cuándo comemos lo que comemos hoy día.

A partir de acá y con un análisis concienzudo de este inventario, se podrán intentar las correcciones que la situación y las buenas prácticas alimenticias nos indiquen. Para lo cual es indispensable el trabajo previo, el desmenuzar nuestra alimentación actual en sus mínimos componentes, ya que sólo se puede modificar, mejorar, algo que conocemos al dedillo.

Se trata de cambios de hábitos no sólo en lo que comemos sino también en su preparación, incorporando, poco a poco, alimentos ricos en fibras y pobres en grasas saturadas y azúcar refinado, como cereales integrales y sus harinas, legumbres, verduras, frutas frescas, secas, desecadas.

Si bien los cambios de hábitos requieren de un esfuerzo conciente, la experiencia también ha demostrado la importancia de que nuestros niños intervengan en las tareas culinarias, dentro de sus posibilidades en cuanto a edad y habilidad individual; de esta manera será difícil resistirse a probar un plato en el que se pusieron las mano en su elaboración.

Sin duda cada integrante del grupo familiar podrá aportar su granito de arena para el enriquecimiento del producto final: más o menos cocido, más o menos condimentado, variaciones en cuanto a los ingredientes utilizados y todo lo que la imaginación y el paladar de cada uno sugiera.

Por lo antedicho, ¡MANOS A LA OBRA! y a disfrutar de los beneficios de una mejor, más saludable y nutritiva y SABOSA ALIMENTACIÓN!!!!

Les dejo el más saludable de mis saludos

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