Las Noticias y la Realidad

¿ Nos hemos detenido a pensar qué sucedería si leyéramos o escuchásemos menos noticias, si mirásemos menos noticieros de TV?

¿ Desconoceríamos la realidad? ¿Las noticias son la realidad?

Estas y otras preguntas nos podemos hacer respecto a esta costumbre universal que asume características sociales de primera necesidad.

Cada uno de ustedes tendrá su opinión, y nos gustaría conocerla. Nuestra opinión va en dirección opuesta al mensaje permanente de los medios de comunicación en el sentido que la realidad es la que ellos resaltan o mencionan. Como el enfoque de las noticias siempre está dirigido hacia la parte negativa de la vida, el mensaje permanente que nos llega a cada uno de nosotros es que “la vida es desagradable” cuando el mensaje que nos debiera llegar día a día es “la vida es bella” como aquella gran película italiana, y eso no quiere decir alejarse de la realidad sino cambiar el enfoque de la visión.

Nuestra opinión es que las noticias tal como están organizadas para su difusión son “virus” que infectan nuestro “programa biológico” y día a día, noticia a noticia, lo modifican o ejercen influencia para alterar conductas.

Reproducimos un texto que sobre las noticias e información escribió el psiquiatra español Enrique Rojas

El Bombardeo constante de noticias e informaciones a través de los grandes medios de comunicación

Información minuciosa, milimétrica, precisa, casi siempre centrada en temas negativos o polémicos, que nos dejan fríos y desencantados; información que no es formativa, que no hace al hombre más maduro, ni lo mejora ni lo enriquece, sino que le deja en un estado de ánimo que bascula entre el pesimismo, el no saber a qué atenerse y el pensar lo mal que está el mundo. Esta visión sesgada se cuela de manera insensible, sin que nos demos cuenta, y va calando en nuestro interior.

Su efecto va a conducir a lo que yo llamo el síndrome del exceso de información, que no se da sólo en este terreno, sino que se hace extensivo a los campos profesionales más diversos. Cualquier disciplina académica, la que sea, tiene hoy tal riqueza de datos, referencias, investigaciones y reseñas que uno puede perderse en esa selva de notas y citas si no anda con cuidado.

La persona que padece este síndrome de exceso de información suele tener los siguientes síntomas: ansiedad e inquietud descontrolada, mejor dicho, aturdimiento por abundancia y dispersión, que colma el vaso pero sin saciar.

Los periódicos nos someten a un ametrallamiento muy similar. Es menester saber hacer una criba de todo eso que se recibe, sobre todo por higiene mental, es menester descifrar el criptograma de datos que nos llegan, como en cascada, unos detrás de otros. Hay que buscar las claves haciendo una labor de síntesis: quedarse con lo esencial, almacenarlo y tirar lo que estorba. Ese trabajo intelectual no es fácil y requiere un cierto entrenamiento en la tarea de separar el trigo de la paja.

Repito, el desbordamiento por saturación produce ofuscación, perplejidad y confusión. El paisaje mediático constituye hoy una amenaza para la sociedad. Son tantas las noticias, hechos e informaciones que recibimos, que nadamos en la abundancia. Pero, ¿para qué?

¿Necesitamos tanto para seguir funcionando?

Es evidente que la información, y sobre todo la información privilegiada, significa poder. Pero tan mala es su carencia como una plétora. Hay que buscar la justa medida: mantenerse informado sin perder el equilibrio psicológico, ya que ese mundo tiene sus propias leyes y constituye un microcosmos al que hay que saber asomarse, si no quiere uno caer primero en la ansiedad, después en cierta reacción depresiva y, finalmente, estar perdido y sin saber a qué atenerse, confuso a la hora de interpretar la vida y sus formas. Esta hipertrofia enfermiza que nos atiborra nos conduce, finalmente, a una indiferencia por saturación de contradicciones.

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