Oratoria: El Mensaje y un Buen Discurso

El contenido, la necesidad de lograr que el mensaje sea comprendido, la ansiedad por concretar el propósito del discurso. Todos estos detalles requieren el debido entrenamiento. Empecemos entonces, a observar cuáles son los aspectos que nos ayudan a proyectarnos eficazmente hacia nuestro auditorio o interlocutor.

La experiencia demuestra que, independientemente que haya dos o más personas recibiendo un mensaje, el esfuerzo para emitirlo es el mismo. En cada frase es preciso ser claro, sin confundir ni aturdir, empleando el poder de síntesis.

La estructura coherente y organizada del mensaje demostrará por si misma su capacidad para comunicar conceptos. Si cree que potencia el discurso luciéndose soberbio en sus consideraciones, logrará incomodar al interlocutor. Aunque tenga eximias habilidades para la improvisación, es importantísimo que se detenga en la elaboración del centro del mensaje, para que pueda distinguirse en su exposición lo principal de lo accesorio.

En términos numéricos “la tangente de una recta” es la pendiente de la misma. En oratoria, la línea que debe seguir un discurso tiene un límite: “EVITAR salirse de la tangente”; en otras palabras, cuidarse “del abismo”, una pendiente por la cual podemos rodar si divagamos sin concluir el mensaje con su respectiva introducción, desarrollo y corolario.

Si fuera preciso dar ejemplos, sólo ofrezca los necesarios y evite ahondar en detalles.

Haga participar al auditorio si su tiempo le permite esa licencia. Vaya chequeando el feed-back (el retorno) para saber si existen dudas y se entendió el mensaje emitido.

Evite las frases largas que suelen usarse en el lenguaje escrito.

El humor de un orador debe ser medido: la utilización de la ironía es un delicado límite.

El discurso humano nos desprende de cualquier coraza y nos acerca más rápido al

interlocutor (lógicamente la sensibilidad a la cual se apela debe estar desprendida de excesos). Y, por si fueran pocos los requisitos, además, el tono de la voz debe ser coincidente con la idea que se está comunicando, y los gestos del rostro y el cuerpo también deben acompañarle.

Adapte su lenguaje al auditorio. Si puede libere al interlocutor de confusiones evitando tecnicismos innecesarios, y si surgen preguntas, sepa dominar la situación para satisfacer todos los interrogantes.

Como consejo final, quiero dejar la siguiente idea:

“El caudal interior fluye como el agua en un río cuando sabemos guiar la corriente”. Hay que observar eso, ya que…”el desborde sólo tiene lugar cuando descuidamos los límites”. Así, nuestro mensaje jamás caerá en el abismo y comunicaremos sin sobrepasar la pendiente que bordeamos los oradores. Por eso, dejo fluir ahora el caudal de cada alumno y me despido hasta el próximo mensaje.

Profesora Adriana E. Martínez

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