Sobre Tizas y Teclados

Los soportes para escribir son varios y diversos: Los antiguos hacían incisiones en tablas de arcilla. El término escribir proviene del indoeuropeo Kier que significa arañar. Escribir es inscribir primordialmente. Es tallar, es acuñar. Pero es muchas otras cosas.

Por ejemplo: Escribir es escribir con una tiza sobre un pizarrón, tarea muy interesante y bella si se quiere, por lo menos para quien esto escribe. Mientras tanto, estoy escribiendo con un teclado y observando la aparición simultánea de las letras en la pantalla al tiempo que presiono con mis manos automáticas los botones grises. Pero simultáneamente elogio la escritura en tiza sobre un pizarrón, circunstancia un tanto polvorienta, pero artesanal y articulada, claro, a la oralidad.

Se escribe en el pizarrón en tanto se explica o se dialoga. Es un elogio que arraiga en la sensibilidad, y que me parece, se funda sobre todo en el hecho de que la tiza se va desintegrando a medida que uno escribe. Hay algo -una especie de sensación de poder, tal vez- en eso de ir liquidando al objeto de escritura en tanto uno escribe. Es como si la escritura devorara a medida que se inscribe a aquello que la hace posible. Naturalmente, también todo ese asunto de las tizas es incómodo e imperfecto.

También es factible escribir con marcadores sobre pizarrones plásticos, o en rotafolios, con marcadores también y girando grandes hojas que configuran una especie de cuaderno gigante, vertical, y justamente giratorio. Por cierto, escribimos también en cuadernos. No es lo mismo hacerlo sobre hojas rayadas que sobre hojas cuadriculadas, y también es diferente escribir en cuadernos con hojas en blanco, sin rayas de ninguna naturaleza.

Me parece que estos son muy interesantes para escribir poesía, para desordenar libremente las palabras. Para crear un orden diferente de palabras.

Sobre papel, en cuadernos o en carpetas, uno puede escribir a lápiz, o con una estilográfica, o con una birome, una tarea más desangelada a mi gusto, lo mismo que con esos instrumentos que llaman roller, que constriñen la caligrafía, o las posibilidades de la caligrafía hacia lo simple o efectivo.

El lápiz, en cambio, vuelve, lo caligráfico muy cercano al dibujo, y es difícil escribir en lápiz sin tender a dibujar en el mismo acto, al menos a ornamentar las letras con sombras o a acompañarlas con garabatos diversos en sus adyacencias. Con estilográfica escribir es también diferente e interesante a mi juicio.

Ofrece posibilidades y peligros, porque las manchas de tinta siempre son una posibilidad (especialmente para espíritus desprolijos, aunque las estilográficas sean muy buenas, y eso torna a la tarea mas emocionante, con algún peligro de extensión indeseada de la tinta. Pero la tinta, con su fluir estilográfico, vuelve a la pluma cercana al pincel. Escribir con estilográfica es como pintar.

En tanto ejercemos el periodismo, los periodistas escribimos ahora en computadora. Ampliamos o reducimos el formato de las letras, contamos con un menú de modelos tipográficos que ofrece la misma máquina, contamos con diccionario de sinónimos y con un corrector, un poco bobo, de la gramática y la ortografía.

No es lo mismo, dentro la variante cibernética, escribir dentro de una maqueta prediseñada para publicar en un diario por ejemplo que escribir simplemente en Word, palabra que no comparto, porque en castellano existe también y se dice precisamente “Palabra”. Escribir en “Palabra”, es una buena manera de escribir, y quizás la única con sentido. Pero escribir en Word (y no digo esto por nacionalismo lingüístico, sino por una reflexión que me surge en éste mismísimo momento) es escribir traduciendo desde un sistema, digamos, monolingüístico, hacia otro bilingüistico, en el que otra lengua, aporta el soporte.

A la vez, y volviendo al asunto de las maquetas y los diseños, el hecho de escribir sobre una página visualizada virtualmente en la pantalla tal como será publicada implica escribir en marcos prefijados, a medida y también contrarreloj, porque así se escribe cuando se trabaja en periodismo en general. Hacerlo no es fácil. Es una de las habilidades mas complejas que manejan los periodistas profesionales.

A la vez, los periodistas -los periodistas que escriben- escriben para publicar. Y también es factible escribir para uno mismo, o escribir una carta para otra persona y nada más. O escribir para ocultar y recordar, por ejemplo una clave secreta que uno no quiere olvidar ni tampoco dar a conocer. Se puede escribir un diario personal, o lanzar una botella al mar.

Pero sin embargo, y a pesar de todo, hay algo común a la escritura, algo que no se desvanece en su diversidad. ¿Cuál es entonces la esencia de la escritura?

Tal vez sea eso. Eso. Lanzar una botella al mar. Quien escribe lanza un mensaje. Con la esperanza de que sea leído. Aun cuando el mensaje sea un diario íntimo o una clave secreta, se lo escribe en ese caso lanzándolo hacia uno mismo, para descifrar uno el mensaje que se envía.

Escribir es la aventura de lanzar las palabras hacia un viaje de final incierto. Un viaje, una navegación, que puede culminar en cualquier naufragio, o que puede arribar a un puerto conocido o a uno desconocido, o a un puerto indeseado tal vez, o tal vez, la botella, ancle en un puerto deseado. Todo depende. Depende del azar de quien encuentre el mensaje.

Porque escribir es buscar ser leído.

O dicho de otro modo: escribir es desear ser comprendido.

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