La Oportunidad de la Crisis

Si tenemos en cuenta el Diccionario de la Real Academia Española, podemos encontrar varias definiciones para la palabra “crisis”:
• Mutación importante en el desarrollo de un proceso, ya de orden físico, histórico o espiritual.
• Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
• Situación dificultosa o complicada.

Según los acontecimientos que detonen la crisis, éstas pueden dividirse en “crisis internas” y “crisis externas”; las primeras están vinculadas con nuestra esfera personal, mientras que las del segundo tipo se relacionan con alguna situación externa, fuera del propio alcance.

Las crisis externas comprenden, por ejemplo, crisis que resultan de procesos naturales: inundaciones, sequías; existen también asuntos políticos y gubernamentales capaces de disparar grandes crisis a nivel masivo. Y en la actualidad el mundo entero se encuentra bajo una crisis económica global.

En términos generales, una crisis se identifica especialmente por la falta de capacidad de la persona para enfrentar momentos específicos mediante la utilización de los procedimientos usuales para la resolución de dificultades y problemas. Las crisis instauran una inestabilidad en la que el individuo no atina a tomar el camino que podría hacerlo aflorar del aprieto o conflicto en que se encuentra.

La sintomatología que genera un momento crítico se relaciona con apatía, desidia, desgano, dificultades para dormir, inconvenientes para concentrarse, impedimentos para reflexionar con serenidad. Así se vivencia una importante sensación de fracaso personal, convirtiendo la coyuntura en un cuadro confuso, lo que torna aún más angustiante la situación por la que se atraviesa.

Una crisis se inicia con una situación que se plantea de forma imprevista: pocos minutos o unas horas pueden ser suficientes para que se perturbe y desequilibre nuestra vida por completo. Este incidente logra que nos sintamos sorprendidos, asombrados y cuestionemos lo acontecido. Es aquí cuando se trata de encontrar culpables y realmente todo aparece difuso en nuestro entorno. Pareciera que el universo se hubiera venido abajo. Aparecen preguntas como: ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasarme esto?

En lugar de hacer frente a esos interrogantes, sería sensato y verdaderamente útil ahondar en interrogantes del tipo: “Ahora que me ha sucedido esto, ¿qué necesito hacer para salir adelante?”. Adoptando esta actitud podremos encarar con mayor serenidad y objetividad la problemática que nos abruma.

Luego de esta etapa, ya sintiéndonos más tranquilos, surge el momento de reflexión, que suele permitir el surgimiento de ideas positivas y deseos de solucionar problemas con la finalidad de poder seguir adelante, venciendo el momento crítico.Ya en la fase de restablecimiento se comienza a superar el problema a través de la toma de decisiones que se llevan a la acción.

Claro que no todas las personas reaccionamos de la misma manera ante momentos tan álgidos como son las crisis. Algunas, luego de desahogarse reconsideran la situación, reflexionan, se organizan y logran crecer como individuos. Otras quedan “paralizadas”, se tornan, viven angustiados, reaccionan con sus pares de manera agresiva, esperando que las soluciones caigan mágicamente del cielo.

Las crisis, indefectiblemente, implican una oportunidad. Refiriéndonos a la actual crisis económica a nivel mundial, como ocasión positiva debería llevar a las personas y a la sociedad entera a la reflexión aún en medio de la angustia, la desorientación y el temor. Será una ocasión positiva mientras las personas se unan, busquen soluciones en conjunto para salir adelante y superar estos duros tiempos “capitalizando” crecimiento.

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